jueves, 18 de junio de 2009

Anulación o voto de castigo

OMAR GRANADOS

La revisión crítica de las relaciones políticas en nuestro país nos llevan muchas veces a la frustración y al hartazgo. La corrupción y la impunidad han sido la nociva combinación que ha afectado la cultura política ciudadana, provocando altos niveles de apatía frente al bombardeo mediático en el que se han convertido las campañas políticas hoy en día.

Si el concepto de ciudadanía no se revisa de forma crítica, puede perderse de vista que este concepto es un actor político contenido en una relación con una contraparte conformada por los representantes, gobernantes, partidos políticos y la clase política en general.

En esta relación la ciudadanía ha sido tratada como un inferior o un subalterno. Los que formamos parte de las “mayorías”, cada vez menos podemos confiar en las promesas de campaña de los políticos en general. Las legislaciones necesarias para poner candados efectivos al desempeño del servicio público, se ven obstaculizadas por la misma clase política formando una red de complicidades.

Ante este problema, la evidencia de que el régimen necesita presiones externas para ser modificado, resalta; y además nos provoca a retomar el tema de la ciudadanía. En la dialéctica del oprimido, Hegel decía que para que pudiera existir una relación de dominación, era necesario que el dominante y el dominado jugaran su papel.

Al decir que la cultura política de los ciudadanos se ha visto afectada, pienso específicamente que el ciudadano mexicano común ha delegado un cheque en blanco con el sufragio, la abstención o la anulación. A pesar de la preocupación de organizaciones y la oposición partidista al régimen, los ciudadanos no hemos aprendido a participar y hemos creído en nuestro papel de representados, para realmente delegar ciegamente nuestro derecho a modificar nuestra forma de gobierno.

Mientras la mayoría de la sociedad no se concientice no podremos cambiar nuestro papel de inferiores frente a una pequeña oligarquía que ejerce el poder. La ciudadanía no debe conformarse con el voto, la abstención o la anulación y debe organizarse para lograr ejercer sus derechos.

Después de años de mal gobierno y políticas públicas mal diseñadas e inadecuadas para la realidad mexicana, los ciudadanos hemos sufrido las consecuencias que se reflejan concretamente en la vida de todos.

La falta de empleo, la violencia, las deficiencias en las escuelas públicas de nivel básico y medio superior, la ausencia de espacios deportivos gratuitos, la inseguridad en la ciudad a todas horas, no son problemas aislados, por el contrario, son síntomas de una ausencia de políticas orientadas a las necesidades ciudadanas.

Estas políticas son producto de decisiones tomadas sin consultar a la ciudadanía. Todo lo anterior ha causado desencanto en los ciudadanos a muchos niveles: actualmente es muy común que los jóvenes no tengan interés por estudiar ya que no ven mejores perspectivas al terminar una carrera y muchas veces ni siquiera con el bachillerato.

Con mucha frecuencia se escuchan frase como: “¿para qué estudiar si no voy a ejercer la carrera, si no voy a encontrar un trabajo?” Aunque esta afirmación es muy grave porque muestra además de un desencanto de la educación, una desilusión en la búsqueda de una vida mejor, es peor que la mayor parte de los que deciden estudiar una carrera, no pueden hacerlo por falta de matrícula en las universidades públicas.

La desinformación sobre la importancia de la educación, el deporte y la cultura, y la ausencia de políticas que se enfoquen a satisfacer las demandas de la ciudadanía, son responsabilidad de las autoridades locales que el 5 de julio vamos a elegir. Ese día debemos votar contra los partidos que han decidido las políticas públicas los últimos 30 años (y junto con ellos los partidos que se han aliado a los mismos) como un primer paso para liberarnos de tal problema, por todo lo anterior, no es suficiente la anulación masiva del voto, ya que incluso si esta decisión tiene mayores porcentajes que todos los partidos juntos, alguno de ellos logrará el poder de nuevo. Por lo tanto, la acción que debemos tomar en cuenta como alternativa es un voto de castigo a los partidos con malas propuestas y/o malas administraciones.

La política que conocemos hoy no debe seguir existiendo, es una muestra de la red de complicidades y corrupción que enfrentamos en el país. La desilusión frente a la política evita que podamos renovar la clase política corrupta y amañada. Después de esta primera acción de votar diferente la próxima elección, debemos continuar con la organización ciudadana -gane quien gane- si queremos estar preparados para enfrentar los problemas que vienen.

Hay que tomar en cuenta que si nos abstenemos o anulamos el voto, vamos a mantener a los mismos partidos que ejercen el gobierno y que gracias a los programas sociales, de salud, de pensiones, de servicios básicos, etc., usan a la gente coaccionando el voto. Tal vez toda la gente que esté harta anule su voto, pero mientras los partidos que ejercen gobierno (o controlan gremios) obliguen a votar a los millones de ciudadanos que reciben alguna de estas limosnas, nada va a cambiar. Insisto, debemos votar diferente, es la única salida, por que si anulamos el voto o nos abstenemos, mantendremos en el poder a los mismos de siempre.

Nuestros problemas como sociedad se pueden solucionar sólo si podemos echar a todos los partidos que han puesto el poder en manos del mercado, en manos de un empresariado mañoso, y la mayoría de las veces extranjero. No es posible que primero se privilegie la ganancia privada de las empresas en las diversas áreas de la economía ignorando las repercusiones sociales.

En fin, mientras los gobiernos sigan dejando al libre albedrío del mercado los servicios básicos, en lugar de satisfacer las necesidades básicas de la población; mientras se siga privilegiando las grandes ganancias, dejando de lado nuestras necesidades, las perspectivas de una mejor vida nunca van a llegar. Por todo lo anterior los invito a votar diferente la próxima elección, no podemos seguir votando por los partidos que han dejado las cosas como los jóvenes las conocemos hoy.

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